El otro día encontré en Internet
la foto que acompaña esta entrada, no sé quien la había puesto, pero me recordó
mi niñez, porque el salón si no es el de San Juan de Dios de Sevilla, es muy,
parecido.
Incluso la distribución de las
camas es la misma, y al fondo lo que parece una puerta corredera que daba a la
iglesia, que nunca en mi vida podré tener tantas misas, rosarios y rezos como
en los años que estuve allí.
En un salón como esos transcurrían
nuestras vidas, y lo digo sin amargura. Ahí jugábamos, dábamos clase, yo con
don Julio un profesor que a mí ahora me parece que tendría por lo menos ochenta
años, y que era un poco cascarrabias. Ahí también venían los médicos a vernos
semanalmente, a mí los lunes el doctor Ramón del Valle, que además era el
médico del Betis y si el día anterior había perdido estaba de un humor de
perros.
Imagino que la foto está tomada
cerca de la navidad, porque en ese momento era cuando los hermanos llegaban con
un montón de adornos navideños y los ponían por las paredes y techos, que
además a mi me parecían unas bolas muy grandes, pero luego me di cuenta que
eran tan grandes porque la sala también lo era. Esos días especiales eran los
que rompían la monotonía que suponía estar en la sala todo el día en la cama,
aunque los compañeros que podían andar estaban levantados de aquí para allá.
Otros días especiales eran los
festivos, que podían venir nuestros familiares durante, creo que dos horas a
vernos. A mi todas las semanas venían Loli, que estaba “sirviendo” en una casa
cercana, Carmelita y su marido Ricardo, que eran primos de mi padre, porque mis
padres no podían ir todas las semanas, que los Amarillos de esa época de
Sanlúcar a Sevilla eran toda una odisea, porque podías salir a las claras del
día y llegar de vuelta ya puesta la noche. Pero ya les seguiré contando, que no
quiero cansarles.
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