sábado, 3 de marzo de 2018

La anécdota

Mis sobrinos y mi hermano 

Hoy, que con la lluvia no estoy en la calle y tengo un ratito, voy a narrar algo que nunca he contado porque no sabía si era ético, pero hoy he pensado que sin dar nombres se puede contar perfectamente, porque descubres absolutamente nada, ni a nadie.
El recuerdo me ha venido a la mente después de ver en Facebook, con motivo de la visita de la Presidenta de la Junta de Andalucía a la Algaida, algunas críticas que me van a permitir que yo llame gratuitas.
Un día de trabajo
Imagino que todos saben, y a los que no yo se lo digo, que los últimos años de vida laboral estuve trabajando en la Alcaldía de Sanlúcar de Barrameda, cuando Irene García Macías era Alcaldesa. Como yo se que más de uno va a comentar, o por lo menos lo va a pensar, nunca cobré ni una peseta más de lo que me correspondía como Auxiliar Administrativo del Ayuntamiento, es decir lo mismo que cobraba hasta el momento, es decir que nunca fui de los que un concejal ha dicho hace pocos días que cobran no sé cuantas gratificaciones, que como se enteren algunos de sus “amigos” de lo que ha dicho, lo van a correr a gorrazos por el barrio alto.
Recogiendo mis cosas de tantos años
Contaba que los últimos ocho años estuve en la Alcaldía, y como pueden imaginar las anécdotas fueron muchas, de todo tipo y algunas hasta un poco desagradables, porque me tocó poco la parte más complicada  de la crisis, cuando la gente estaba más mal y la mayoría de las personas creen que un alcalde o alcaldesa puede hacer muchas cosas, y no saben que la mayoría de las veces tienen las manos completamente atadas para hacer o deshacer, a dios gracias, porque con las barbaridades que hacen algunos.
Esta entrada ha hecho llegar a mi mente tantos recuerdos que no se si daría para un libro, que además tengo medio escrito, pero que no terminaré porque no me apetece que me cuelguen de una palmera de la plaza del Cabildo.
Antonio al grano que te pierdes, cuenta ya la anécdota.
Una mañana, una señora, a la que llamaremos Caridad por ser sanluqueña, aunque ese no sea su nombre, había ido unas pocas de  veces para que la recibiera la Alcaldesa, que eso es una constante, sobre todo en época de vacas flacas, donde mucha gente llega quejándose de supuestos enchufes, pero intentando a ver si los puedes enchufar a ellos.
Por fin un día le di cita a Caridad para hablar con la Alcaldesa, y en los quince o veinte minutos que estuvo sentada delante de mi esperando que la recibiera, se hartó bien de rajar y criticar a la persona que tenía que recibirla, y yo a lo mío y haciendo como que no me enteraba, supongo que porque aquel día no tenía ganas de música celestial.
Llega por fin la hora en que Irene García asoma la cabeza por la puerta para decirle que pase, cosa que solía hacer habitualmente, la señora entra al antedespacho y como la puerta tenía uno de esos dispositivos para que no diese portazos y tardaba un rato en cerrarse, puedo escuchar perfectamente a la señora como le decía a la Alcaldesa.
-          Irene, hija que guapa estás y que simpática. Dame un beso.
 Yo, como pueden imaginar no dije absolutamente nada, aunque a mi mente vino la frase:
¡No es para darle un mojicón!.

Nota: Las fotos que aparecen en este artículo son del día de mi jubilación.

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