No me gusta, nunca me gustó, lo
simétrico. Debe ser una manía pero prefiero lo que sea asimétrico, lo que no sea
cuadriculado, una manía como otra cualquiera, porque además me parece que hay
más belleza en la desigualdad que en lo cuadriculado.
Con los números me pasa algo
parecido, también tengo mis manías, no me gustan nada de nada los números
pares, que yo soy de impares y a final
del año pasado recuerdo que a alguien le dije que no me gustaba nada de nada
este 20 20, porque para mí era par tres veces.
Lo de los impares se vio
potenciado cuando en un viaje a Italia, en los desayunos, la cocinera me traía,
supongo que le caería yo bien porque sólo me lo traía a mí, una cesta de ciruelas
pasas y me decía que cogiera las que quisiese, pero “Non par, sempre impar.
Siempre impar. uno, tre, cinque. Sempre impar”. Así, medio italiano, medio
español, y así todos los días.
Llega a tanto, la historia de los
pares y los impares que si voy al cuarto de baño a lavarme las manos, tengo que
darle un número par de veces al cacharrito del jabón, y ahora al alcohol de
manos que utilizamos a todas horas. ¡Manías!
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