
Ante tanta inquietud decido dejar todo y ponerme a leer algo. ¡A la mierda la creatividad!.
Y me enfrasco en el libro La Catedral del mar, de Ildefonso Falcones, que me habían aconsejado algunos amigos. Me leo de un tirón las primeras 215 páginas, que lejos de relajarme lo que hacen es ponerme aun más inquieto y he de reconocer que por primera vez en mi vida un libro me ha hecho llorar. Nunca me había sucedido, y a lo mejor por eso me apetece contarlo. En alguna película si se me había hecho un nudo en la garganta, o habían salido alguna lagrima a relucir, pero ningún libro había conseguido emocionarme tanto como para manchar las hojas con las lágrimas.
¡Joder, porque tantas veces ganan los malos!.
Me fastidia mucho que desde hace siglos, ¡Arnau, desde hace siglos!, la mediocridad con mu mala leche sea la que gobierne el mundo sin importarle en absoluto las personas, haciendo que además ellos parezcan los más buenos, generosos, inteligentes de la galaxia, cuando lo único que les importa es el egoísmo de dominar a los otros de la forma que sea.
Coño, que me pongo dramático y no quiero, porque tampoco me apetece dar aquí la imagen de niño bueno, que no lo soy para nada, pero por lo menos me gustaría pasar siendo en el buen sentido de la palabra, bueno, que diría Machado.
Y me enfrasco en el libro La Catedral del mar, de Ildefonso Falcones, que me habían aconsejado algunos amigos. Me leo de un tirón las primeras 215 páginas, que lejos de relajarme lo que hacen es ponerme aun más inquieto y he de reconocer que por primera vez en mi vida un libro me ha hecho llorar. Nunca me había sucedido, y a lo mejor por eso me apetece contarlo. En alguna película si se me había hecho un nudo en la garganta, o habían salido alguna lagrima a relucir, pero ningún libro había conseguido emocionarme tanto como para manchar las hojas con las lágrimas.
¡Joder, porque tantas veces ganan los malos!.
Me fastidia mucho que desde hace siglos, ¡Arnau, desde hace siglos!, la mediocridad con mu mala leche sea la que gobierne el mundo sin importarle en absoluto las personas, haciendo que además ellos parezcan los más buenos, generosos, inteligentes de la galaxia, cuando lo único que les importa es el egoísmo de dominar a los otros de la forma que sea.
Coño, que me pongo dramático y no quiero, porque tampoco me apetece dar aquí la imagen de niño bueno, que no lo soy para nada, pero por lo menos me gustaría pasar siendo en el buen sentido de la palabra, bueno, que diría Machado.
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