Estos días se ha
anunciado que el próximo día 19 de julio se representará en la plaza de toros
de El Pino el espectáculo Azabache, en el que intervendrán Pasión Vega, Manuel
Lombo, Pastora Soler y Diana Navarro actuarán junto a la orquesta sinfónica del
Aljarafe dirigida por José Miguel Évora.
Esto me ha hecho recordar
una experiencia que viví hace ya algunos años y que les cuento a continuación:
En la Expo del 92 de Sevilla se representó un
gran espectáculo llamado Azabache, en el Auditorio de la Expo, que hoy lleva el
nombre de Rocío Jurado, dirigido por Jaime Vera y en el que Rocío Jurado,
Imperio Argentina, Juana Reina, Nati Mistral y María Vidal daban un gran
homenaje a la Copla.
Era el mes de junio del 92 y yo me estrenaba en
la Expo de Sevilla, que a partir de ese momento me fascinaría, tal vez porque
era el lugar más accesible que había conocido hasta el momento.
Creo que la Expo fue para mí también el
descubrimiento de que tenía manos, el poder gozar del privilegio de ir tocando
las cosas, ya que hasta ese momento no había podido hacerlo porque las
utilizaba sólo para llevar los bastones, eran unas manos adosadas a esos
bastones, que no es muy cómodo que digamos, como no lo es tener que ir mirando
para el suelo a todas horas para no resbalar o tropezar.
Hubo otro descubrimiento en esa Expo, y fue
el de la silla de ruedas. Siempre había tenido, mucho más aprendido de otros
que personal, el prejuicio de coger, de andar, de ir en silla de ruedas. Es
cierto que ir en silla de ruedas hace treinta años era una cruz, casi no se
podía llegar a ningún sitio, no se podía entrar en ninguna parte y además las
sillas eran unos armatostes que casi no te permitían valerte por ti mismo, sin
acabar destrozado por los casi veinte kilos que pesaban.
Recuerdo que la primera vez que fui a la Expo
lo hice con mi amiga Lola, y por el camino ya le iba diciendo aquello de
"pero yo no cojo una silla, eh". La típica manía prepotente.
Pero nada más llegar ocurrió al que haría
cambiar por completo la visión de las cosas. Esa mañana estaba lloviznando, no
una lluvia fuerte, sino ese calabobos que hace que todo este mojado; y no hice
más que pasar los tornos de entrada cuando ya metí el primer resbalón en uno de
los bastones y acabe en el suelo.
Todavía en el suelo mi visión de las cosas
cambio de forma repentina, cual Saulo que cae del caballo.
- Lola, llama al Pabellón de la ONCE para que
me presten una silla.
En el suelo había descubierto en décimas de
segundos que visitar la Expo'92 con bastones podía ser algo agotador, y además
con lluvia se podría convertir en la experiencia más terrorífica y desagradable
de mi vida, mientras que en una silla de ruedas podría gozar y disfrutar de mi
visita al lugar.
Ni cinco minutos tardaron desde que del
control llamaron al Pabellón de la Once en traerme la silla y me explicaron que
podía disfrutar de ella durante todo el día y que cuando fuera a salir de la
Expo sólo tenía que llamar desde el control de salida y ellos venían a
recogerla.
La verdad es que la experiencia de ese primer
día en la Expo fue genial, tanto me gusto que creo que fui como unas veinte o
treinta veces, y eso que el día no acompañaba porque estuvo lloviznando e incluso
tuve que comprarme un impermeable y una sudadera porque la ropa estaba
chorreando.
Por la noche habíamos comprado las entradas
para ver el espectáculo Azabache, en aquella época debía ser yo rico, y ahí nos
tienes a las once de la noche en el Auditorio de la Expo, que era al aire
libre, viendo un espectáculo que me pareció maravilloso. Aunque mucha gente lo
haya criticado a mi me pareció muy emocionante ver juntas a Rocío, Imperio,
Juana, María, y hasta a Nati Mistral.
Pero que frío pasamos, creo que ha sido el
día que más frío he pasado en toda mi vida. Temblaba como si tuviera fiebre, los
dientes me castañeaban y tenía el cuerpo descompuesto, y es que aquí en
Andalucía por aquello de que hace buena temperatura, es donde llegamos a pasar
más frío de todo el mundo entero.
Como sería el frío que tenía que recuerdo que
llegue a meter a debajo de la camisa el programa del espectáculo, que era
bastante grande, e incluso alguna hoja de periódico que no sé dónde
encontramos.
Pero como se suele decir, con frío pero contentos.
Luego vino la aventura de llegar al
apartamento que habíamos alquilado para dormir, pero esa es otra historia que
merece un capítulo aparte.
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