domingo, 28 de abril de 2013

Azabache



Estos días se ha anunciado que el próximo día 19 de julio se representará en la plaza de toros de El Pino el espectáculo Azabache, en el que intervendrán Pasión Vega, Manuel Lombo, Pastora Soler y Diana Navarro actuarán junto a la orquesta sinfónica del Aljarafe dirigida por José Miguel Évora.
Esto me ha hecho recordar una experiencia que viví hace ya algunos años y que les cuento a continuación:
En la Expo del 92 de Sevilla se representó un gran espectáculo llamado Azabache, en el Auditorio de la Expo, que hoy lleva el nombre de Rocío Jurado, dirigido por Jaime Vera y en el que Rocío Jurado, Imperio Argentina, Juana Reina, Nati Mistral y María Vidal daban un gran homenaje a la Copla.
Era el mes de junio del 92 y yo me estrenaba en la Expo de Sevilla, que a partir de ese momento me fascinaría, tal vez porque era el lugar más accesible que había conocido hasta el momento.
Creo que la Expo fue para mí también el descubrimiento de que tenía manos, el poder gozar del privilegio de ir tocando las cosas, ya que hasta ese momento no había podido hacerlo porque las utilizaba sólo para llevar los bastones, eran unas manos adosadas a esos bastones, que no es muy cómodo que digamos, como no lo es tener que ir mirando para el suelo a todas horas para no resbalar o tropezar.
Hubo otro descubrimiento en esa Expo, y fue el de la silla de ruedas. Siempre había tenido, mucho más aprendido de otros que personal, el prejuicio de coger, de andar, de ir en silla de ruedas. Es cierto que ir en silla de ruedas hace treinta años era una cruz, casi no se podía llegar a ningún sitio, no se podía entrar en ninguna parte y además las sillas eran unos armatostes que casi no te permitían valerte por ti mismo, sin acabar destrozado por los casi veinte kilos que pesaban.
Recuerdo que la primera vez que fui a la Expo lo hice con mi amiga Lola, y por el camino ya le iba diciendo aquello de "pero yo no cojo una silla, eh". La típica manía prepotente.
Pero nada más llegar ocurrió al que haría cambiar por completo la visión de las cosas. Esa mañana estaba lloviznando, no una lluvia fuerte, sino ese calabobos que hace que todo este mojado; y no hice más que pasar los tornos de entrada cuando ya metí el primer resbalón en uno de los bastones y acabe en el suelo.
Todavía en el suelo mi visión de las cosas cambio de forma repentina, cual Saulo que cae del caballo.
- Lola, llama al Pabellón de la ONCE para que me presten una silla.
En el suelo había descubierto en décimas de segundos que visitar la Expo'92 con bastones podía ser algo agotador, y además con lluvia se podría convertir en la experiencia más terrorífica y desagradable de mi vida, mientras que en una silla de ruedas podría gozar y disfrutar de mi visita al lugar.

Ni cinco minutos tardaron desde que del control llamaron al Pabellón de la Once en traerme la silla y me explicaron que podía disfrutar de ella durante todo el día y que cuando fuera a salir de la Expo sólo tenía que llamar desde el control de salida y ellos venían a recogerla.
La verdad es que la experiencia de ese primer día en la Expo fue genial, tanto me gusto que creo que fui como unas veinte o treinta veces, y eso que el día no acompañaba porque estuvo lloviznando e incluso tuve que comprarme un impermeable y una sudadera porque la ropa estaba chorreando.
Por la noche habíamos comprado las entradas para ver el espectáculo Azabache, en aquella época debía ser yo rico, y ahí nos tienes a las once de la noche en el Auditorio de la Expo, que era al aire libre, viendo un espectáculo que me pareció maravilloso. Aunque mucha gente lo haya criticado a mi me pareció muy emocionante ver juntas a Rocío, Imperio, Juana, María, y hasta a Nati Mistral.
Pero que frío pasamos, creo que ha sido el día que más frío he pasado en toda mi vida. Temblaba como si tuviera fiebre, los dientes me castañeaban y tenía el cuerpo descompuesto, y es que aquí en Andalucía por aquello de que hace buena temperatura, es donde llegamos a pasar más frío de todo el mundo entero.
Como sería el frío que tenía que recuerdo que llegue a meter a debajo de la camisa el programa del espectáculo, que era bastante grande, e incluso alguna hoja de periódico que no sé dónde encontramos.
Pero como se suele decir, con frío pero contentos.
Luego vino la aventura de llegar al apartamento que habíamos alquilado para dormir, pero esa es otra historia que merece un capítulo aparte.

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