¡Dios, que cruz!. Que manía
tienen todos los que tienen posibilidad, todos los que tienen un programa de
internet que usamos todos, léase Google, Facebook, Twitter y toda la sarta de
de programas parecidos, por intentar controlar lo que hacemos, lo que buscamos,
lo que nos interesa o en las páginas que entramos.
Yo comprendo que ellos quieran
facilitarme la vida, que buenos son carajo, y deseen ponerme en pantalla
anuncios de todo lo que tenga relación con lo que han buscado, y así si un día
busco información sobre una silla de ruedas eléctrica, ellos ya se llevan tres
años y medio enseñándote páginas de sillas de ruedas, aunque ya la hayas
comprado y pagado. Si un día se te ocurre entrar en una página porno, que el
que diga que no ha entrado nunca, simplemente es un mentiroso, y a partir de
aquí comienzan a aparecer todo tipo de anuncios de rusas, rumanas o españolas
que quieren quedar contigo.
Ni sabía, ni me había preocupado
nunca lo más mínimo algo que me enteré el otro día por curiosidad. Resulta que
cuando uno busca en Google, este conserva un historial de todas y cada una de
las páginas que hemos entrado, ¡cotillas de mierda!, que ya son ganas de
guardar las chorradas en las que entramos todos, pero la verdad es que me da un
gran coraje que los fisgones no sean capaz de mandarme un mensajito o un
anuncio donde diga que van a guardarlo, que yo simplemente le contestaré que guarden
lo que les salga de los cataplines, que a mi me la trae floja lo que quieran
almacenar.
A mi, que soy muy curioso y muy
cotillo, me encantaría trabajar en una de esas empresas para poder mirar y
curiosear lo que miran, lo que ven nuestros políticos, los padres de nuestra
patria, aunque creo que mejor no hacerlo porque estoy convencido que me
llevaría la desagradable sorpresa de que miran las mismas o más chorradas de
las que veo yo, que ya son chorradas.
Otras cuentas que me encantaría
fisgonear es la de esos sesudos intelectuales que van por la vida dándonos
lecciones de inteligencia, de preparación y moralidad, porque también estoy
convencido que las páginas en las que entran serían dignas de enmarcar, porque
me temo que mucha intelectualidad, mucha erudición y sabiduría, pero al final
cuando entramos de la puerta de nuestra casa para adentro todos somos parecidos.
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