viernes, 10 de enero de 2014

Fisgonear



¡Dios, que cruz!. Que manía tienen todos los que tienen posibilidad, todos los que tienen un programa de internet que usamos todos, léase Google, Facebook, Twitter y toda la sarta de de programas parecidos, por intentar controlar lo que hacemos, lo que buscamos, lo que nos interesa o en las páginas que entramos.
Yo comprendo que ellos quieran facilitarme la vida, que buenos son carajo, y deseen ponerme en pantalla anuncios de todo lo que tenga relación con lo que han buscado, y así si un día busco información sobre una silla de ruedas eléctrica, ellos ya se llevan tres años y medio enseñándote páginas de sillas de ruedas, aunque ya la hayas comprado y pagado. Si un día se te ocurre entrar en una página porno, que el que diga que no ha entrado nunca, simplemente es un mentiroso, y a partir de aquí comienzan a aparecer todo tipo de anuncios de rusas, rumanas o españolas que quieren quedar contigo.
Ni sabía, ni me había preocupado nunca lo más mínimo algo que me enteré el otro día por curiosidad. Resulta que cuando uno busca en Google, este conserva un historial de todas y cada una de las páginas que hemos entrado, ¡cotillas de mierda!, que ya son ganas de guardar las chorradas en las que entramos todos, pero la verdad es que me da un gran coraje que los fisgones no sean capaz de mandarme un mensajito o un anuncio donde diga que van a guardarlo, que yo simplemente le contestaré que guarden lo que les salga de los cataplines, que a mi me la trae floja lo que quieran almacenar.
A mi, que soy muy curioso y muy cotillo, me encantaría trabajar en una de esas empresas para poder mirar y curiosear lo que miran, lo que ven nuestros políticos, los padres de nuestra patria, aunque creo que mejor no hacerlo porque estoy convencido que me llevaría la desagradable sorpresa de que miran las mismas o más chorradas de las que veo yo, que ya son chorradas.
Otras cuentas que me encantaría fisgonear es la de esos sesudos intelectuales que van por la vida dándonos lecciones de inteligencia, de preparación y moralidad, porque también estoy convencido que las páginas en las que entran serían dignas de enmarcar, porque me temo que mucha intelectualidad, mucha erudición y sabiduría, pero al final cuando entramos de la puerta de nuestra casa para adentro todos somos parecidos.

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