El pasado lunes me di mi paseíto mañanero.
Le tocó ir por la Avenida de la Marina, pero llegando ya casi al Camino de Rota,
allí donde los jaramagos crecen ya en medio de las pocas viñas que quedan. Un
tranquilo paso que permite tomar el sol, pararme a ver todo aquello que te me
guste, hacer fotos a lo que me apetece o me llama la atención, meditar, que en
soledad se medita tranquilamente, pararme donde me parece y coger mi cuaderno,
mi libro o lo que sea y escribir, leer o simplemente mirar y oír como cantan
los pájaros, que es una muy buena terapia.
He aquí que ya donde termina el
camino, en un campo totalmente abandonado, en un camino ya pedregoso y un tanto
desangelado encontré que esto geranios no necesitan que nadie los riegue, que
ninguna persona los pode o los trate, y como en total libertad son capaces de
crecer bellos en medio de casi la nada.
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