lunes, 20 de junio de 2016

Fish and chips

Mi amigo Vicente R. Jurado pone en Facebook una entrada donde dice que está comiendo “fish and chips”, que me ha recordado una historia que me pasó hace ya un montón de años en un viaje que hicimos unos amigos a Londres.
Imaginen lo que es soltar a siete catetos sanluqueños en la city de Londres a las siete o las ocho, de la tarde, en diciembre, con las calles totalmente oscuras y con más hambre que un caracol en la vela de un barco.
- Vamos a buscar algún sitio donde comer.
Nos pusimos a buscar un bar cercano al hotel donde estábamos y después de un ratito de búsquedas nos metimos en un lugar donde se vendía comida y nos pusieron los clásicos “fish and chips”, pescado y patatas.
Yo estaba comiendo y veía una gente muy rara en las mesas, pero bueno, tampoco quería decir nada, que uno es medianamente prudente y no comentó nada. Bueno, ya antes nos habían dicho que no nos podían servir cerveza, que para tomar cerveza teníamos que ir a uno de los bares de la acera de enfrente, que la servían hasta las once de la noche. Una extraña norma, pero que se puede esperar de los que conducen al revés que todo el mundo. Nada, sin cerveza.
Pedimos la cuenta y a todos nos llamó la atención lo barata que había sido la comida, pero tampoco estábamos nosotros para mucha concentración, después que llevábamos desde las 5 de la madrugada de coche a avión, de avión a aeropuerto, y de aeropuerto a otro avión, que no parece más que íbamos a Australia.
A la mañana siguiente nos levantamos temprano, íbamos a ir al Museo Británico, y al llegar al metro noté algo raro. Bueno, lo raro era que las personas que estaban pidiendo en la boca del metro eran las mismas que habían estado la noche anterior comiendo con nosotros, cosa que a mí tampoco me importaba demasiado, pero lo que descubrimos más tarde cuando a la vuelta pasamos por delante del lugar donde habíamos comido es que no era un restaurante, sino una especie de Albergue para mendigos, pero la comida estaba buena.
Nota: La ridícula foto que he puesto con ese sombrerito de mi amiga Lola Cañero, es que es la única que tengo del viaje a Londres. Claro, que con ese sombrerito no me extraña otra anécdota que también me ocurrió y no sé si algún día contaré, creo que no.

No hay comentarios: