Hace unos años, unos pocos,
estuve en Granada realizando un curso que ya ni me me acuerdo para lo que era,
aunque tampoco importa ahora eso demasiado. Lo que si me acuerdo es que en ese
curso hicimos un ejercicio que se suele hacer mucho en esas clases de actividades
y que es bastante divertido, e incluso animo que en alguna reunión de amigos lo
hagan porque se reirán un rato:
Se ponen todas las personas en un
corro y la primera le dice en el oído una frase al segundo, que debe repetir al
tercero y así sucesivamente hasta llegar al último. El juego termina con el
primero diciendo en alto la frase con la que comenzó el juego y el último con
la que terminó.
Les aseguro que si lo hacen mil
veces, nunca tendrá nada que ver la frase que comenzó, con la que terminó. Las
exageraciones y los inventos fluyen como el agua en un manantial.
¿A qué viene lo que estoy
contando?.
A que hoy me he sentido igual que
si hubiese participado en ese juego cuando he visto e incluso he seguido la que
se ha liado en las redes sociales con la camiseta de la selección española, las
mangas, la banderita y la madre que los parió a todos.
Un inconsciente pone una frase.
Uno de esos inconscientes, que en las redes abundan como los jaramagos en
primavera, pone una frase que cree, que imagina, que conjetura,
que sospecha o que se figura que es real, y a partir de este momento comienza
la bola de nieve a hacerse grande, y ya no hay forma de pararla de ninguna
forma, porque aunque te juren en arameo que lo que el primero dijo es mentira,
nadie parece leer y prefiere echar más nieve a esa bola.
Eso pasa en las redes sociales
todos los días, porque los inconscientes y los gilipollas son muchos, y lo
estamos viendo a todas horas: Muertes inventadas, noticias falsas, insultos
innecesarios, el yo he oído, que me han contado, que le han dicho, que le
habían referido; por supuesto mentira, con MAYÚSCULAS.
Otra de las gracias que suele
aparecer es el del titular escandaloso de hace seis o siete años, que se pone
como si fuera de ayer, y que todo el mundo repite, entre otras cosas porque
pocas son las personas que leen más del titular de lo que ven en Facebook, Twitter
o cualquiera de las redes sociales,
porque entre otras razones porque si tuviéramos que leer todo lo que nos llega
diariamente a nuestro muro, no haríamos otra cosa.
A mí, que el fútbol me importa
tres pimientos, el futbolista habéis visto que ni lo nombro, y los nacionalismos casi menos que el fútbol, no llego a
entender que se utilice los medios sociales para cebarse con nadie, como
también ha pasado con el pequeño Adrián, que este caso aún me parece peor,
porque por muy animalista que se sea no se puede desear la muerte a nadie, y
mucho menos a un niño inocente.
Aunque yo no soy partidario de
las censuras, si creo que a estas personas se les debería prohibir entrar nunca
más en ningún tipo de redes y menos escribir o publicar en ellas, la vida es la
vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario