Esta mañana iba tan feliz por la
zona de Bajo de Guía, y mas tarde de Verdigones cuando paseando por los
jardines de la zona me encontré con una imagen que me gustó para mandarla por Instagram
como foto del día, porque para mí representaba el otoño.
Me acerqué para hacer bien la foto
que aquí pongo, y he aquí que se acabó la alegría y llegó la mala leche cuando
descubrí que dos de las ruedas de la silla habían pisado directamente una
hermosa mierda de perro.
Les puedo asegurar que la
indignación fue mayúscula y que me acordé de todos los familiares del señor que
la había dejado allí, no del perro que debía estar hasta el pelo de un dueño
tan cafre.
Os aseguro que le eché un montón
de maldiciones en este momento, ninguna grave, pero que como se cumplan se va a
fastidiar mucho.
Así que, con mi mierda de perro
en la moto, con la gran peste de la misma y con mi cabreo me fui, pensando en cómo
solucionaba el problema.
Esa es una de las razones por las
que me cabrea tanto ver una mierda de perro por la calle, porque la puedo pisar
y ya tengo el día hecho, bueno y cuando voy con la silla manual no se pueden
imaginar el cabreo que entra pisar la mierda y encima llenarte la mano.
Casi, casi para matar.
Ah, se me olvidaba. Cuando lleven
su perro a cagar a un sitio con césped no olviden quitar la mierda, porque no
se pueden imaginar la gracia que le hace a los jardineros que van a cortar el césped
que salga esparcida y se llenen todo, incluida la cara. ¿Le haría mucha gracia
si fuese su hijo?
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