Pasó el domingo, llegó el lunes y
el martes, y todos andamos entre la decepción y el asombro.
La decepción de los que esperaban
unos resultados mejores, aunque ahora intenten justificar, que siempre se puede
encontrar a toro pasado un motivo, dos o tres para justificar; y el asombro de
no haberse visto y seguramente no volverse a ver en otra igual.
Y mientras unos andan diciendo ha
sido tú, y otros están en el tu es peor, las redes, siempre últimamente las
redes son las protagonistas de todo, hasta de las mentiras más gordas que muchos
terminan creyendo, convocan a unas manifestaciones “espontáneas”, donde cada
uno grita lo que quiere, según le conviene.
Pues no, yo no voy a ir a ninguna
de esas manifestaciones, entre otras razones porque yo siempre me he sentido y
me siento tan demócrata, de algo debe presumir uno, que acepto lo que ha salido
de las urnas, aunque por dentro de mi reviente como un ciquitraque, y me ponga
de un humor de perros, pero si acepto las urnas, tengo que aceptarla para lo
que salga, y hasta joderme.
Yo en caso de ir a alguna
manifestación, iría a una contra los que se han quedado en su casa con los cataplines
en el brasero, que, aunque tengan todo el derecho del mundo a hacerlo, yo lo
tengo a criticarlo, que me recuerda a esas manifestaciones de los años setenta
y ochenta que cuando pasábamos por algunas calles gritábamos aquello de “Vecinos,
mirones, bajad de los balcones”.
Pues eso, que yo me manifestaría
contra aquellos que se quedaron el domingo en el balcón.
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