domingo, 6 de septiembre de 2020

Las tardes de los domingos

Esta tarde estaba dando una vuelta, paseando como suelo hacer casi todos los días y no sé por qué al ver en un rosal de una plaza, una rosita de pitiminí y de forma imprevista los recuerdos han llegado a mi cabeza de pronto, no lo sé por qué.

Me ha venido a la mente algo que me pasaba cuando era pequeño y todavía me sigue pasando, y es que no he visto una cosa más aburrida y más coñazo que la tarde de un domingo. Yo no sé porque le tengo una manía horrorosa de siempre. Debe ser de cuando era pequeño, cuando tenía 7 u 8 años, antes de irme a San Juan de Dios y la tarde de los domingos todos mis amigos, mis hermanos, todos se iban a eso de las tres y media de la tarde a ver el cine el cine infantil, que ponían películas para niños en el Cine Principal de Sanlúcar de Barrameda, y yo, como no podía ir, porque no podía andar todavía de forma autónoma, ni tenía método, ni forma de que me llevarán, era el que me tenía que quedar en mi casa.

Recuerdo las tardes de domingo jugando solo en la acera, en la acera de mi casa, bueno en la acera antes no era como ahora que están pasando coches y motos todo el día. Recuerdo pasarme las tardes al solito en invierno y a la sombrita en verano jugando con lo que la imaginación me permitía, porque los juguetes eran ningunos, sólo algunas piedrecitas que hacía que la imaginación se desbordara con granjas de animales pétreos.

No sé por qué ha venido esta tarde a la mente lo de las tardes de los domingos, no sé porque me he acordó al ver esa rosa de pitiminí debía ser porque donde yo jugaba habría un rosal cercano. No lo sé, no me acuerdo siquiera de eso, pero todo esto lo cuento lo cuento sin ningún tipo de amargor. Sin amargor porque recuerdo que tampoco es que fuera infeliz con mis piedras, con mi acera y tampoco echaba de menos ir al cine, que alguna vez sí fui cuando durante un tiempo lo ponían en el colegio de los Maristas de Bonanza.

Recuerdo que ponían cine, recuerdo haber visto allí la película Espartaco y varías películas de ese tipo, pero les aseguro tampoco echaba de menos lo del cine, ni echaba de menos que mis amigos fueran y yo no.

Igual que ahora no echo de menos nada y estoy aquí tan tranquilo en esta placita solitaria, con mi libro y con mi móvil, charlando solo, bueno con ustedes y contándoles cosas.

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