domingo, 9 de mayo de 2004

¡Que difícil es escribir!

¡Dios, que difícil es escribir!. Que difícil expresarse, expresar lo que verdaderamente quiero, y no aquello que sale de forma mecánica y que cuando lo leo no tiene de verdad sentido. He borrado cien veces el párrafo escrito. Una y otra vez.
Cuando comencé a escribir esto me propuse que en ningún momento escribiría historias tristes. No quiero que nadie se sienta apenada cuando lea estas líneas, aunque hoy me está costando un verdadero esfuerzo no hacerlo. ¿Por qué?. No se, no tengo ni idea. A veces todo lo que llega a mi cerebro son ideas tristes, y aunque intente desecharlas vuelven una y otra vez machacando para convertirse en frases escritas, aunque me niegue a dejarlas en la pantalla del ordenador.
Viene una y otra vez a mi mente la cara imaginada de ese chico sin nombre, ni siquiera me acuerdo de su nombre. Ese chico del que he estado hablando hoy con su madre. ¿Cómo se llama la madre?. Tampoco me acuerdo del nombre de la madre. Debo tener el nombre por algún lado, he anotado su nombre y su teléfono para avisarle de lo de las ayudas públicas de la Junta de Andalucía. Quedé con ella en que le avisaría.
No he podido hablar con el, no he podido ir a verle. Me hubiese gustado pero es imposible, tres pisos sin ascensor hacen que sea imposible. Y cuando escribo esto recuerdo la frase de Manuel Chaves anunciando que todos los bloques de mas de tres pisos tendrán ascensor si lo votamos, si gana las elecciones. Aunque tu, chico sin nombre, no tendrás ascensor. No lo tendrás. Ha dicho Chaves un “mas” detrás de la palabras tres y tu solo tiene tres, aunque esos tres pisos puedan convertirse en todo un Everets. Pero ya se sabe, tienen que ser mas de tres pisos. Así que yo tampoco podré subir o tendré que esperar a ver si en otra promesa electoral desaparece el mas de tres y se convierte en aquellos que verdaderamente sean necesarios o imprescindibles.
Pero, chico sin nombre, yo se que para ti, y para mi son tan importantes tres pisos como el bordillo de una acera, pero ellos que saben. Que saben ellos lo que es quedarse delante del bordillo de una acera de 20 cm, ¡la importancia de 20 centímetros!, hasta que llegue alguien que nos ayude a bajar, porque ellos suben y bajan perfectamente y no se les ha ocurrido que no todos podemos.
Un día de estos, el día que pueda hablar contigo contare tu historia. No quiero hacerlo ahora porque no se si te gustara que la cuente. Solo conozco lo que me ha contado tu madre, pero puede que algún día puedas contármela a mi y yo contarla a los demás. Puede que algún día los tres pisos no sean tan inmensamente altos.
Pero quiero, chico sin nombre, que ese día, el día que suba o tu bajes para charlar yo no esté tan enfadado. No quiero que sea una charla triste, no quiero que sea una charla para hablar de tristezas, sino de esperanza. Esperanza en que algún día los ascensores no estarán solo en los bloques de mas de tres pisos. Esperanza en que algún día los bordillos de las aceras no sean tan inmensamente altos. Esperanza en que un día no necesitemos estar pendientes de que nadie nos suba esos cuatro escalones. Esperanza de que algún día también podamos mear sin tener que esperar a llegar a casa, que podamos hacerlo de la misma forma que los demás.

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