Esta mañana he visto varias entradas en Facebook y en Twitter hablando del sobre el 23F.
No voy a entrar en la parte política de mismo, aunque me he leí en su momento un buen montón de libros sobre el asunto, porque siempre fue un tema que me gustó y me intereso e incluso seguí día a día el juicio en por lo menos dos periódicos.
Pero tampoco les que quiero hablar de eso, que después de tantos libros, periódicos y documentales, sigo sin enterarme de nada, y dudando de todo.
Hoy les quiero contar algunas
anécdotas personales que viví ese día, es decir el 23F, y que me las ha
recordado esas entradas de internet.
El 23F tenía yo 24 años y
recuerdo perfectamente que esa tarde estaba echado en la cama, con la máquina
de escribir, que no sé qué estaría escribiendo, porque entonces los ordenadores
tampoco se tenían en casa y debíamos conformarnos con las máquinas, y estaba
escribiendo cosillas. Tenía la radio puesta y estaba fumando, con un cenicero puesto
sobre la cama. De pronto empezaron sonar los tiros y cuál no sería el susto, que
el cigarro no lo apague en el cenicero, sino en la colcha de la cama, pero qué
bien lo apagué que no salió ardiendo.
Otra de las anécdotas es que
aquel día un poco más tarde, serían las 7:30 o así, me di cuenta que no tenía gomas
antideslizantes para los bastones, que se habían gastado con lo cual me
resbalaba una barbaridad y corría peligro de caer mil veces, así que le dije a
un amigo que me llevará al centro a comprarlas y allí nos fuimos a una
ferretería que estaba en la calle Santo Domingo, y el susto que me llevé cuando
entré fue de campeonado, porque tenían puesta la radio y lo que escuche fue
música militar. Se pueden imaginar el sobresalto que me llevé, que si ya lo
tenía encima ahora me quedé helado, que ni era capaz de pedir las gomas por las
que iba.
La última una última anécdota de la
jornada es que ese día en Sanlúcar había un hombre que estaba amarrado, encadenado
a la ventana del antiguo Ayuntamiento, en la plaza del Cabildo, no recuerdo la
razón, pero había dicho por la mañana a gritos que pasara lo que pasara se
quedaría encerrado y tenía puesto un cartel que decía que estaba encerrado y
que había tirado las llaves a la alcantarilla, hasta que no se solucionara el
problema.
Le dije a mi amigo, que llevaba
un Vespino, que fuéramos a dar una vuelta por allí y he aquí la sorpresa que en
la ventana del antiguo Ayuntamiento no había nadie, con lo cual lo único que
parece que consiguió Tejero es que el amarrado encontrase las llaves de forma
inmediata.
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